El rock y el cine

Vida y leyenda de Robert Johnson en artículos de la Wikipedia y El pensante.

Otras brillantes escena de La leyenda del pianista en el océano: el duelo de pianos entre Novecento y Jelly Roll Morton (personaje real, interpretado por Clarence Williams III), donde el primero consigue encender un cigarro con el calor de las cuerdas de su piano. O ese “si no sabes lo que es llámalo jazz” que le espetan a Pruitt Taylor Vince cuando improvisa a la trompeta para conseguir un puesto en la orquesta de a bordo.

Grandes películas sobre jazz: su esencia y una buena descripción del jolgorio típico de los tugurios clandestinos para negros de los primeros tiempos están en El color púrpura, con esa hermosa y libidinosa Margaret Avery en su papel de Shug y esa candorosa (cómo cambiaría después el cuento) Whoopi Goldberg en el papel de Celie. Las escenas rodadas por Spielberg huelen a tabaco y alcohol barato, a sudor y lascivia; son, en definitiva, puro blues. Hay películas clásicas (Música y lágrimas, con el gran James Stewart interpretando a Glen Miller; o Lady sing the blues, con Diana Ross interpretando a Billy Holiday), modernas (Bird, con Forest Whitaker interpretando a Charlie Parker; Round midnight de Bertrand Tavernier, interpretada por nada menos que Dexter Gordon en una especie de émulo de Lester Young; o Mo’ better blues, con Denzel Washington interpretando a alguien que podría ser John Coltrane) y actuales (la memorable Whiplash, con unos esplendorosos J.K. Simmons y Miles Teller en los papeles respectivos de tiránico profesor y baterista obsesionados con la perfección, y que demuestra que la tortura en nombre de ésta no sólo atañe a los músicos de clásica).

Página del festival Dock of the bay.

Página del festival In-Edit.

Otros grandes documentales: When You’re strange de Tom Dicillo sobre The Doors; American Hardcore, de Paul Rachman, que cuenta las peripecias de algunas bandas de hardcore punk yankees, como Bad Brains o Black Flag; End of the century: la historia de The Ramones, de Michael Gramaglia y Jim Fields, que narra, pues eso, las peripecias de los de Queens; Joe Strummer: Vida y muerte de un cantante, de Julien Temple; y The Filth and the Fury, también de Temple, que narra la carrera de Sex Pistols. Todos ellos buenos especímenes de un género maltratado y, más que nunca, marginal.
Ejemplos de películas a la mayor gloria de los grupos, de distinto cariz: Los chicos están bien de The Who (inolvidables ese tiro al plato con discos de oro, y ese trailer protagonizado por Ringo Starr); el Purple Rain de Prince (para un tipo que ha luchado tanto contra las discográficas la visión hoy día de esto es difícil de tragar); The Beach Boys an american family, de Jeff Bleckner; y, por citar alguna mucho más moderna, el Arcade Fire: The Reflektor Tapes, sólo apto para los verdaderos fans de la banda canadiense.

Biopics destacados sobre estrellas musicales: nos tenemos que ir hasta 1945 para encontrar un biopic nada menos que de Chopin en A song to remember, protagonizada por Cornel Wilde; y un año después para ver lo propio en dos músicos populares, Cole Porter, en Night and Day, protagonizado por el gran Cary Grant; y Till the Clouds Roll By, un film biográfico sobre el prolífico compositor Jerome David Kern protagonizado por Robert Walker. Hubo más ejemplos en las décadas de los cincuenta y sesenta, sobre todo de grandes nombres de la clásica y algunos del jazz (como Glenn Miller interpretado por James Stewart; o Billie Holiday por Diana Ross).

Otros biopics sobre estrellas del rock o de la música popular: del 87 es La bamba, la historia de Richie Valens; What’s Love Got To Do With It del 93, dirigido por Brian Gibson e interpretado por la rotunda Angela Bassett sobre la azarosa y exitosa vida de Tina Turner; Backbeat, del 94, un curioso biopic sobre los Beatles que pasó bastante desapercibido y que no pasará precisamente a los anales del cine: Hendrix, un filme para televisión interpretado por Wood Harris en 2000; Rock star, de 2001, con Mark Wahlberg, sobre Judas Priest; 8 millas, de Curtis Hanson, estrenada en 2002, sobre los comienzos y el salto a la fama de Eminem; Ray, de Taylor Hackford, interpretada pasmosamente por Jaime Foxx, que consiguió un Oscar por este retrato de Ray Charles;  I’m not here, una película sobre Dylan de 2007 con Christian Bale y Cate Blanchett; La vida en rosa, del mismo año, dirigido por Olivier Dahan, que narra la vida de Edith Piaf, y que fue mimada en su papel protagonista por Marion Cotillard; The runaways, de 2010, una película sobre la famosa banda femenina del mismo nombre; Gainsbourg (vida de un héroe), filme del mismo año con tan rimbombante título, dirigido por Joann Sfar, que cuenta los avatares del rey francés del pop caliente (interpretado por Eric Elmosnino); y Get on up; de Tate Taylor, sobre el padrino del soul, James Brown.

Otras películas con el rock como tema central: la primera de ellas, por méritos propios, es Granujas a todo ritmo, de 1980, dirigida por John Landis, que encumbró a John Belushi y Dan Aykroyd, no tanto por sus virtudes, ni musicales ni cinematográficas, pero sí por el cariño que la mayoría le profesamos. Después ya Suburbia, de Penelope Spheeris, de 1984, que se centra en el movimiento punk de Estados Unidos, y en la que sólo participan dos actores profesionales; El mundo de Wayne, del 92, una de esas comedias típicas americanas que narra la vida de un par de descerebrados que sueñan con hacerse un hueco en la música; Cabezas huecas, del 94, otra comedia aberrante que gira asimismo en torno a unos músicos de hard que intentan conseguir el éxito secuestrando una emisora de radio; The Wanders, del 96, la primera película dirigida por Tom Hanks (curioso que fuera precisamente una película sobre música), que narra el nacimiento de una banda de rock de los sesenta, y el trabajo obsesivo de su mánager; la más interesante e independiente SLC Punk, de James Merendino, del 98, sobre las tribulaciones de una par de punks yankees; una comedia más (ya se ve lo en serio que se tomaban el rock en Hollywood), Siempre locos, también del 98, sobre una banda de hard de poca monta que que vuelven a juntarse después de veinte años de parón; la mucho más seria Velvet Goldmine, del 98, algo que iba a ser un documental sobre Bowie de Todd Haynes y que fue presentado al propio artista, pero que éste desestimó por estar inmerso en otro sobre Ziggy Stardust, por lo que Haynes se decidió a ficcionarlo, y eligió como protagonista nada menos que a Edward McGregor; la criticada y alabada a partes iguales Anónimos, de 2003, protagonizada por Jeff Bridges, John Goodman, Penélope Cruz y (¡albricias!) Bob Dylan, que también participó en el guion, y que narra la salida de prisión de una mítica estrella del rock para dar un concierto benéfico, y en la que la crítica social y la filosofía conspiranoica son protagonistas; una nueva comedia, Rock Star, de 2001, sobre un personaje inspirado en Tim Owens, de Judas Priest; dos producciones protagonizadas por Jack Black (la segunda incluso producida por él), evidentemente aprovechando el tirón de Alta fidelidad): Escuela de rock de 2003 y Tenacious D in The Pick of Destiny de 2006, de las que poco se puede decir; la argentina Días de vinilo de 2012; o La era del rock, de 2012, un pastiche medio musical con Alec Baldwin, Tom Cruise y Catherine Z Jones.

Cómo escuchar la música, de Aaron Copland. Ed. Fondo de Cultura Económica de España.

Otras películas con el rock muy presente: la ya mítica (aunque densa) All that jazz, de Bob Fosse, estrenada en 1979; o Rock ’n’ roll high school de ese mismo año, en el que aparecen estelarmente The Ramones; o No soy nadie sin ti, de Sandra Golbacher, película menor estrenada en 2001 pero que sirve para dar un repaso a toda una época de eclosión musical en el post punk.  

Más conciertos recogidos en formato cinematográfico: Led Zeppelin hicieran lo propio en 1973 en su The song remains the same en su concierto en el Madison Square Garden de Nueva York. Tampoco debemos olvidar El último vals, película de Martin Scorsese sobre el concierto de despedida de The Band en el Día de Acción de Gracias de 1976 en el Winterland Ballroom de San Francisco, junto a una pléyade de figuras del momento. Y ya para acabar, mencionar rápidamente el Urgh! A Music War de 1982, que presenta a varios grupos punks ingleses en directo; el famoso Stop Making Sense, sobre The Talking Heads, de Jonathan Demme, estrenado en 1984; el 101 sobre Depeche Mode y el Rattle and Hum sobre U2, ambos de 1988; y el 25: Live from Hollywood High, por poner un ejemplo cercano, sobre un concierto de Morrissey de 2013.

Otras películas de memorables bandas sonoras: los éxitos ochenteros de Los amigos de Peter, todo un repaso a una época tan fácil como sensible a la nostalgia; la de Alta fidelidad, por motivos obvios, por ser una lista de grandes éxitos en toda regla; la de Reservoir Dogs, o Pulp Fiction, con esa forma única de Tarantino de indagar en los anales de la música popular de su país natal; la de Beautiful Girls, por idénticos motivos; la de Trainspotting, la de Nine songs y la de 24 hours party people, por darnos una idea de lo que el punk y el post punk dieron de sí en Gran Bretaña; y Priscilla, reina del desierto, porque no hay nada como sentirse divina en medio de la nada alguna vez en la vida. Pero, claro, Blade Runner, El piano, Magnolia, Philadelphia, y tantas otras.
Otros músicos metidos a actores:  Tom Jones de ángel de la guarda en capítulos de El principe de Bel Aire en los que enseñaba al entrañable Carlton las cosas importantes de la vida; Bowie, en tantas escenas inolvidables, con tal despliegue de semblantes como sólo su camaleónica virtud fue capaz: rey de los goblins en Dentro del laberinto, amante vampírico en El ansia, mayor australiano que hace morir de amor a Ryuichi Sakamoto en Feliz Navidad, Mr. Lawrence o juez de moda del absurdo Zoolander 2; Jonathan Richman de extraño bardo en Algo pasa con Mary; Iggy Pop en decenas de películas, como por ejemplo su cameo en El color del dinero, jugándose la pasta al billar con Tom Cruise; Tom Waits en tantas grandes escenas, como el loco de Drácula de Coppola, o el looser que vive en una caravana de Vidas cruzadas de Robert Altman; y, bueno, aquellas películas de Elvis vestido con camisas hawaianas, la ya mencionada Björk haciendo de madre coraje ciega en Bailar en la oscuridad, Lou Reed en su inolvidable cameo de Blow in the face, Madonna haciendo tantas veces de Madonna o, en fin, Whitney Houston en aquel pastelón llamado El guardaespaldas.