El nombre de los grupos

Bon Jovi discuten el nombre de la banda.

Verso de William Blake del que procede el nombre de The Doors.

Bandas con el nombre del frontman, o la frontwoman, y el ampersand: Sam & the Soul Machine, Sly & the Family Stone, Country Joe & the Fish, Question Mark & the Mysterians (lo de “?” es el sobrenombre de Rudy Martinez), Tom Petty & the Heartbreakers, Mike & the Mechanics, Prince & the Revolution’s, Adam & the Ants, Bruce Hornsby & the Range, Siouxsie & the Banshees, Katrina & the Waves, Martin Stephenson & the Daintees, Marc Almond & the Willing Sinners, Nick Cave & the Bad Seeds, Lloyd Cole & the Commotions, Anthony & the Johnsons o John Foxx & the Maths.

Caos y magia de John Higgs. Ed.

Fat Ed Tubbs explica cuáles son las reglas para elegir nombre de banda de metal.

KLF y The Extreme Noise Terror en los Brit Awards de 1992.

Nombres rimbombantes: Dexys Midnight Runners (sorprende esa oda a la dextroanfetamina en una banda tan proletaria), The Wild Swans (dónde está Rubén Darío), Psychedelic Furs (no comment), Tears for Fears (¿hay algo más pretencioso que citar al psicólogo Arthur Janov?), The Lotus Eaters (Hand no sólo tenía predilección por los cisnes), The Style Council (Weller dejando claro que a estiloso no le gana nadie), Dead Can Dance (oda a lo onírico y misterioso pasado de frenada), Immaculate Fools (oda intencionada a lo cursi que pretendió convertirse en una himno generacional sin conseguirlo, salvo para desgastar unos cuantos mecheros) o 10000 Maniacs (Merchant siempre fue excesiva, hasta para el nombre).

Esto NO es todo, de Quino. Ed.

La evolución de los nombres de grupos españoles: Desde los clásicos que miraban a las bandas de moda de los sesenta, como Los Bravos, Los Sirex, Los Brincos, Los Salvajes, Los Flecos, Los Pekes, Los Protones, Los Buenos, Los Huracanes, Los Gatos Negros, los lacónicos Los No o los universales (al menos en el universo hispano) Los Pekenikes; pasando por los que miraban otros mundos progresivos desde esa España fría y gris antes de la muerte del oscuro dictador, como Máquina!, Módulos, Música Dispersa, Fusión, Nuevos Tiempos, Mi Generación (The Who que estáis en los cielos), Om, Alacrán, Barrabás; todo el maremagnum de rock andaluz y rock urbano, como el llamado Rock Laietá (Iceberg, Pegasus, Música Urbana), y grandes nombres como Bloque, Macromassa, Crack, Triana, Medina Azahara, Leño, Topo, Ñu, Coz, Asfalto, Cucharada, Mermelada, Veneno, Burning o Paraíso; o los más irónicos Las Madres del Cordero, Desmadre 75 o la banda del desaparecido Moncho Alpuente, Los del Río Kwai. En todos ellos sobrevuela un áurea de comienzo, de rompimiento, por qué no de inocencia de un presente complicado que el futuro casi por llegar hizo que se quedara en pasado pluscuamperfecto; y que el tiempo no ha sabido valorar ni recordar como merece, por el peso elefantiásico de todo lo que hubo de venir pocos años más tarde, cuando la ansiada muerte de ese señor bajito y gallego que tuvo a varias generaciones agazapadas en su madriguera se produjo. El color, la viveza y la amalgama de todo lo que vino después hacen necesaria esta reparación que todo estigmatizado debe acometer como se afrontan las verdades que más duelen, homenajeando a aquellos que pusieron los cimientos de toda una generación por venir. ¿Y después? Después todo. y afrontarlo desde el punto de vista de los nombres no es tarea fácil. Desde las más famosas conjunciones copulativas (Alaska y los Pegamoides, Alaska y Dinarama, Loquillo y los Trogloditas, Rubi y los Casinos, Ella y los Neumáticos) hasta los más sencillos y directos (Los Elegantes, Los Bólidos, Los Rebeldes o Los Secretos), un repaso por la manida Movida y todos sus aledaños nos da nombres tan peculiares como Polansky y el Ardor (uno de mis favoritos), Décima Víctima (y no undécima), Sindicato Malone, Parálisis Permanente (otro de los más acertados), Gabinete Caligari (los madrileños siempre fueron dados a las inspiraciones culturales de toda índole), Esclarecidos (precioso nombre el de la banda de Cristina Lliso), Derribos Arias (genial, como casi todo lo que hacía Poch), PVP y 091 (aportación hispana a la moda de las siglas de uso cotidiano), Pistones (directo y conciso, como ellos), La Mode (siempre pretendieron glamour y elegancia, aunque no siempre lo consiguieran) y los de más éxito, que no dejan de ser tan peculiares como Radio Futura (ya sabemos que los comienzos fueron una operación de marketing hasta en el nombre), Mamá (sic), Glutamato Ye-Yé (histriónicos y mordaces desde el principio), Nacha Pop, Duncan Dhu (con referencia literaria, un personaje de Secuestrado, de Stevenson), Decibelios, Golpes Bajos, Os Resentidos, El Último de la Fila, La Dama Se Esconde e Ilegales. Y lo que resta del punk y que no ha salido ya, por ser precisamente demasiado exitoso para ser punk, como Kaka de Luxe, Siniestro Total, Eskorbuto o Espasmódicos. Y otros más impostados, o más aledaños, pero tan peculiares como Peor Impossible, Objetivo Birmania, Ciudad Jardín, Danza Invisible, Alphaville, Aerolíneas Federales o Betty Troupe. Y el rock urbano de la época, con sus peculiares reminiscencias “metálicas”, con Obús, Barón Rojo, Ángeles del Infierno (por si no había quedada clara su orientación), Santa, Panzer, Banzai y Zarpa. La nómina, claro, es muy larga, demasiado para estos estertores de capítulo. Nos dejamos nombres tan sonoros y poco sutiles como Los Toreros Muertos, Semen Up (sic), Tam Tam Go o Los Hombres G (a pesar de lo melifluo de su propuesta hay que señalar de nuevo una referencia artística en su nombre, la película G-Men de William Keighley). Y poco después simplezas como Los Sencillos, Los Flechazos o Los Proscritos, a la vez que Tahúres Zurdos (excelente nombre para un grupo como ellos, con ese sonido tan americano), Surfin Bichos, Los DelTonos, Dover (no podía faltar la referencia geográfica), Las Aventura de Kirlian, Comité Cisne o Héroes del Silencio (tan rimbombantes como buenos músicos en directo, todo hay que decirlo, a pesar a veces de Bunbury). Y recordar esa hermosa excentricidad que fue montar un grupo de arrabal y tangos en Madrid con el contundente nombre de Malevaje, de la mano del personaje entrañable que es Antonio Bartrina. En los noventa todo se diversificó, el indie hizo su aparición y los nombres comenzaron otra escalada de referencias imposibles. Desde Cancer Moon, Los Undershakers y The Pleasure Fackers (sin demasiado pudor), Killer Barbies, los catalanes Els Pets (puestos a ser escatológicos), Sau o Sopa de Cabra, muestras de hip hop patrio con Def Con Dos (ya se sabe, uno de los estados de emergencia nacional que dicta el Pentágono) o Negu Gorriak; y los grandes de ese indie que se acostumbró a los festivales como no hicieran sus anteriores, como Los Planetas, Manta Ray, El Inquilino Comunista, Lagartija Nick, Chucho, Mercromina, El Regalo de Silvia, Australian Blonde, Sr. Chinarro, Los Hermanos Dalton, El Niño Gusano, Sexy Sadie o Los Fresones Rebeldes y Los Navajos. Y el pop más suave y aterciopelado, no sólo desde el Sonido Donosti (Le Mans, Family, La Buena Vida), sino otros tan digestivos como Nosoträsh o Pauline en la Playa (referencia directa del cine francés, el preferido por estos pre hipsters). Sin olvidarnos del rock urbano y rural, con muestras tan peculiares y juegos de palabras tan procaces como Extremoduro, Platero y Tú, Soziedad Alkoholika, Ska-P, A Palo Seko, Mojinos Escozíos, Celtas Cortos o El Mago de Oz. De la actualidad la decencia musical hace que me dé mucha pereza recordar fenómenos de masas de cuyos nombre no puedo ni quiero acordarme. Pero es necesario destacar nombres como Tachenko, Mamut, Sidonie, Garzón (y luego Grande-Marlaska, porque no supieron mejor forma de llamar la atención que ésa), Astrud, Pony Bravo, Fangoria (hay que nombrarlos, aunque sea por los viejos tiempos) y Triángulo de Amor Bizarro (no se os escapa, claro, la referencia a New Order, a pesar de la mala traducción del calificativo). Y aquellos nombres que sólo aparecen en los festivales que al principio del capítulo nombré y que en algunos casos llegan a ser tan histriónicamente megalómanos que sólo leerlos producen risas, como Muerte y Destrucción, Piedad Os Lo ruego, Muerte Mortal o Matarse en la Castellana.
El juego de los setenta y cinco nombres de bandas de Virgin.